Desde hace varios años vengo observando que en el
periódico GRANMA, principal órgano de prensa cubano, se realizan varios tipos
de críticas, ya sean a personas naturales o jurídicas de nuestro país, algo que
a mi entender era necesario implantar para lograr un mayor
desarrollo en la libertad de expresión.
Esto ha calado fuertemente en algunos entes
proclives a verse reflejados de alguna manera en las páginas del rotativo.
De cualquier modo, con la aceptación de muchos y el rechazo y apatía de otros,
esta iniciativa se ha ido fortaleciendo, pues son cientos y cientos de personas
las que remiten quejas, sugerencias, o simplemente expresan su criterio sobre
algo o alguien que resulte de su interés. Creo que todo está muy bien
hasta ahí.
Lo que considero fatalmente pésimo es que, sumado a
la indolencia y dejadez de algunos implicados en el asunto de las críticas
(entre ellos directivos y funcionarios del estado), por su falta de respuesta y
atención al público lector, ahora se estilan las contestaciones -más conocidas
como réplicas- que vienen henchidas de justificaciones y evasiones en la
mayoría de los casos y que casi siempre entran en el calificativo de triunfalistas.
Las últimas réplicas vistas en la prensa
nacional fueron la referida a la empresa Restaurantes
de La Habana, otrora Restaurantes de Lujo, escrita por su
director general, José Ramón Zorrilla Fernández de Lara, y la referente
a la crítica que recibió el judo cubano (y el deporte en sentido general) por su pobre
actuación en la cita estival de Londres, respondida por Ronaldo Veitía,
entrenador del equipo nacional femenino de la disciplina mencionada.
Ambos trataron, por todos los medios posibles
–uno con más cuidado e inteligencia que el otro–, de hacer valer sus criterios,
de reflejar “la efectiva verdad y
razón”, destruyendo casi absolutamente las alegaciones de
los periodistas que noticiaron e hicieron alusión a ellos de algún modo.
Veitía no usó un lenguaje peyorativo ni
equivalentes, por el contrario, fue bastante cuidadoso en sus
expresiones. Al responder de la manera que lo hizo, con
franqueza, trató de ser poco lacerante, incluso, aceptó cuestiones de peso,
pero no vaciló en intentar lograr prominencia en su criterio.
Zorrilla, por su parte, fue excesivamente
justificativo, atacó fuertemente al comunicador y generó contradicción en la
misma respuesta que proporcionó. Creo que por una mala interpretación de su
parte.
Hubo un lector que manifestó no estar de acuerdo con
que el Granma publicara
este tipo de refutaciones, pero objetivamente, a mi juicio, entiendo que son
necesarias para que se tengan en cuenta las diferentes formas de
pensamiento de los que habitamos este archipiélago del Caribe.
Podemos o no estar de acuerdo con
algo, pero lo cierto es que el nivel cultural de los cubanos es tal que muy fácilmente
le permite a cualquier ciudadano darse cuenta de cuáles son las verdaderas
intenciones de aquellos que responden de la manera que lo hicieron
los individuos mencionados (por limitarme solo a estos dos
modelos).
Sabemos que muchas de las justificaciones pueden ser
apropiadas, sólidas, convincentes, pero debemos analizar previamente si tienen
cabida o no en las objeciones que vamos a hacer, si lo que vamos a decir puede
ser o no contundente, tanto en el ámbito positivo como en el negativo.
Hay disímiles maneras de hacer ver que la otra parte
es la equivocada, o que solamente tiene parte de la razón; para poner un
ejemplo, creo que no cabe decir que algunas cubanas no avanzaron en las
competencias olímpicas de judo porque sus primeros combates fueron contra
rivales de renombre.
Este fundamento es desproporcionadamente
inaceptable, pues el patrón más fiel lo constituye Idalis Ortiz,
quien discutió el pase a la final con la entonces jerarca de la división
y se supo imponer dando muestras de amplia preparación desde
diferentes puntos de vista.
Por tanto, ¿constituye o no una banalidad decir que
perdieron porque desde el inicio pelearon contra rivales de celebridad? Hay que
aceptar que les faltó combatividad, o concentración…, en fin, preparación, pues
si no, otros hubiesen sido los resultados.
Creo que la verdad y la razón tienen un conducto
propio, velocidad estratégica y señales de tránsito muy bien avanzadas y
tecnológicamente activas. La modestia, la sencillez, la sinceridad, la
laboriosidad, el sacrificio, el empeño, el altruismo, son elementos que les
garantizan libre acceso y vientos favorables.
Las diatribas, los bombardeos, el contraataque a
balazos, lo único que certifican son intenciones malsanas, descréditos
y laceración de valores, todos enquistados en muchas de las almas que
viven hoy nuestro cada vez más polémico mundo.
Soslayar que siga ocurriendo así, debe ser meta para
nuestras vidas y coloso reto a vencer. Utilizar el tipo de respuestas
triunfalistas, muy comunes hoy en la vida cotidiana, solamente nos trae malos
resultados y a la postre, una deplorable identidad.